¿Cómo entendemos el diálogo?
La complejidad y la incertidumbre en los territorios invitan a adoptar el diálogo como un elemento necesario para la creación de un cambio sostenible en los procesos de convivencia y construcción de Paz, el diálogo se nos presenta como un “método democrático cuyo objetivo consiste en resolver problemas mediante concesiones y entendimiento mutuo” (Pruitt & Thomas, 2008), así mismo “el diálogo ayuda a transformar relaciones, actitudes y comportamientos” (Fernández, 2020), transformaciones necesarias para la sostenibilidad y desarrollo de capacidades para afrontar los retos actuales y futuros.
Los procesos dialógicos permiten crear ambientes incluyentes que generan confianza, facilitan la escucha y comprensión de los otros tienen que decir y estimulan la capacidad de tener una perspectiva de largo plazo sobre los problemas que se les presentan (Pruitt & Thomas, 2008).
La OECD (2022) afirma que el dialogo es la única forma significativa de entender el futuro, en este sentido enuncia
En ausencia de hechos concretos o evidencia sobre el futuro, la única forma de entender el futuro de manera significativa es a través del diálogo. El futuro no puede ser observado pasivamente. Debe ser discutido activamente para aprender de él. Estos aprendizajes se pueden usar para identificar y acordar acciones para hoy.
El mundo no se transforma en silencio, se requiere de los otros, del diálogo, de la práctica y la reflexión, Freire concibe el dialogo como un acto creador y recreador que surge en el encuentro de las personas para la tarea común de saber y actuar, este encuentro “solidariza la reflexión y acción hacia el mundo que debe ser transformado y humanizado” (Freire, 1993).
el diálogo no nivela, no reduce el uno al otro. Ni es favor que el uno haga al otro. Ni es táctica mañera, envolvente, que el uno usa para confundir al otro. Implica, por el contrario, un respeto fundamental de los sujetos involucrados en él que el autoritarismo rompe o impide que se constituya. Tal como la permisividad, de otro modo, pero igualmente perjudicial (Freire, 1993).
Parafraseando a Freire (1970) debemos transitar hacia un modelo de gobernanza [dialógica] donde el gobernante no solo es el que gobierna, es gobernado a través del diálogo con el ciudadano, quien al ser gobernado, también gobierna.
Freire identifica unas condiciones o características del dialogo transformador: amor al mundo y a los hombres, valentía, humildad, confianza, esperanza y pensamiento crítico. El amor al mundo es el motor de los procesos de diálogo, procesos que requieren valentía para romper el círculo de seguridad o tranquilidad e impulsar las transformaciones necesarias para el bien común.
La valentía no debe confundirse con arrogancia, la humildad es la base para la escucha y comprensión del otro, permite la construcción de relaciones genuinas y horizontales. El dialogo requiere y fortalece un clima de confianza, confiar en el otro facilita la apropiación, cooperación y coordinación para la realización de los cambios concertados, en este sentido Freire (1970) enuncia;
La confianza implica el testimonio que un sujeto da al otro, de sus intenciones reales y concretas. No puede existir si la palabra, descaracterizada, no coincide con los actos. Decir una cosa y hacer otra, no tomando la palabra en serio, no puede ser estimulo de confianza.
Sí el amor al mundo es el motor de los procesos de diálogo, la esperanza es su combustible, si la desesperanza predomina entre los sujetos del diálogo y nada esperan del proceso, su encuentro es vacío y estéril, burocrático y fastidioso. La esperanza no ha de confundirse con el pensar ingenuo o una espera sin sentido, el diálogo requiere pensamiento crítico (Freire, 1970):
Un pensar que percibe la realidad como un proceso, que la capta en constante devenir y no como algo estático.
El dialogo genera un clima de confianza y esperanza que permite juntar esfuerzos para superar las “situaciones límites”, la imposibilidad de separarse o superar dichas situaciones o desafíos genera un cansancio espiritual y una anestesia histórica que promueve la apatía y la fatalidad.
El dialogo es el camino para la transformación de las realidades sociales (Freire, 1984), Freire invita a superar una conciencia mágica o intransitiva que lleva a concebir las situaciones como asuntos divinos o de poderes superiores, fuera de su campo de decisión y comprensión, el pensamiento mágico genera fatalismo y la percepción de imposibilidad de hacer algo para transformar la situación.
Al superar el pensamiento mágico se encuentra la conciencia ingenua, esta se superpone a la realidad y la simplifica para acomodarla a su visión del mundo, Freire (1997) enuncia que “se cree superior a los hechos dominándolos desde afuera y por eso se juzga libre para entenderlos conforme mejor le agrada”.
El proceso de concientización de Freire (Streck et al., 2015), entendido como el tránsito de la conciencia mágica, a la ingenua y la crítica no se genera espontáneamente y el dialogo facilita avanzar hacia una comprensión critica del mundo. En este sentido Freire entiende la conciencia crítica como la representación de las cosas y de los hechos como se dan en la existencia empírica, en sus correlaciones causales y circunstanciales.
Para abordar el proceso de dialogo y transformación social, se requiere considerar dos dimensiones: la técnica y la humana. La dimensión técnica implica movilizar, comprender, diseñar, implementar y gestionar acciones que respondan a las necesidades e intereses de los actores involucrados. La dimensión humana implica desarrollar una conciencia crítica que supere el pensamiento mágico y la ingenuidad, y que permita asumir un papel activo y reflexivo en la construcción colectiva de la realidad. Desde la perspectiva de Freire, el dialogo es el medio para lograr esta conciencia crítica, ya que facilita el reconocimiento de las causas y circunstancias de las situaciones sociales, y el compromiso con su transformación.